Escasa concurrencia. Semana pasada por la tensión, escándalos mediáticos y contrapunteos. El partido inició con nerviosismo y dos opciones del equipo visitante que asustaron allí y nada más. Los referentes bogotanos Robayo y Franco ilusionaban la tribuna. Pero el primero lució equivocado y flojo, su nivel se perdió desde que regresó de la liga americana, además le quedó grande la cintilla de capitán. En cambio Franco le puso actitud, seriedad, ganas y quedó algo en la retina del espectador.
Rionegro, duro rival pero pálido, chico, mediocre, ramplón, defensivo, cobarde, raspador, bocón, circense, mañoso, burdo y malo. Al estilo Sarmiento.
Millonarios, sin líder, sin fuerza, sin variantes ni volumen de juego, soso, parco, impávido, conforme, jugadores sin alma e incapaces de resolver un partido, no aparece el jugador desequilibrante ni capo pensante en la cancha. Silva intentó, Ayron la buscó, Rojas aflojó (no ubicado en su posición ideal), Estrada ni se vió. Los Henao bien y Ochoa regular. Escobar, más bulla mediática que juego.
Para el segundo tiempo entró Gutiérrez (nada aportó) por Del Valle. El cuadro azul trató de generar riesgo pero no concretó así haya mantenido más tiempo el balón. No resolvió porque peloteó por arriba, mucho pase lateral y nada de desborde, no desequilibraba y la muralla rival devolvió todo. Centros de costado tímidos y media distancia risible.
Crudo 0-0. Y de ñapa un árbitro amanerado, permisivo, que dejó quemar tiempo al rival, torpe y miope.
De locales, los contrarios ya saben como jugarnos. Y la mano del DT Israel donde anda? no modifica rápido, esta nómina (costosa y ) no responde y más bien parece de equipo de media tabla para abajo. Debe buscar variantes, golpear el ego de los jugadores, ser recursivo, decidir en medio de la dificultad, dejar el verso y hacer más por los partidos. La tribuna se desgastó, no come cuento. Si fue inferior a las circunstancias, su conciencia le dirá que debe hacer, las puertas están abiertas. Y de los directivos ni hablar, agazapados en sus madrigueras y miedosos para dar la cara.
Al final del encuentro gritos, rechifla, desesperación, angustia, rabia, impotencia. La hinchada ya hizo el gasto. Ahora le toca a los jugadores demostrar su temple, en su "interna" saben lo que les espera en el resto de la Liga si no reaccionan ya. Morir con las botas puestas en la cancha dentro y fuera de Bogotá. Respeto es lo que merece esta sufrida y fiel hinchada. Sobran argumentos.
Albiazul saludo.